En un mundo cada vez más digitalizado, donde las pantallas dominan la enseñanza y el aprendizaje, surge una pregunta fundamental: ¿es necesario el uso de la tecnología en todas las áreas del conocimiento? En el caso de las matemáticas, la respuesta no es tan sencilla. Si bien las herramientas digitales pueden ser útiles, en muchas ocasiones desplazan estrategias esenciales de pensamiento lógico y razonamiento crítico que se desarrollan mejor con métodos tradicionales. Especialmente en edades tempranas, evitar el uso de calculadoras permite fortalecer conexiones neuronales y potenciar el desarrollo cerebral, ya que obliga a la infancia a realizar cálculos mentales y a comprender la estructura numérica de manera más profunda.
En la escuela, hemos decidido explorar una alternativa: enseñar matemáticas sin recurrir a dispositivos electrónicos en el aula. Esta decisión no es un rechazo a la modernidad, sino un intento de recuperar la esencia del aprendizaje matemático: el trabajo manual, la resolución de problemas de manera pausada y la reflexión profunda. Resolver problemas sin calculadoras o programas informáticos permite que el alumnado construya sus propias estrategias, mejorando su capacidad de razonamiento y análisis. Además, escribir cada paso de un procedimiento ayuda a interiorizar conceptos, visualizar patrones y detectar errores de manera más efectiva que cuando una aplicación lo hace automáticamente.
Para lograr estos objetivos, hemos implementado diversas estrategias como el uso de cuadernos de cálculo y álgebra para plasmar procesos paso a paso, el trabajo con materiales manipulativos como bloques, regletas y figuras geométricas para comprender conceptos abstractos, y la incorporación de juegos matemáticos tradicionales que desafían el pensamiento sin necesidad de tecnología. También promovemos el aprendizaje cooperativo con debates matemáticos en clase, donde el alumnado argumenta y justifica sus soluciones, fortaleciendo su capacidad de expresión y comprensión matemática.
No se trata de demonizar la tecnología, sino de utilizarla con criterio y no convertirla en la única vía de aprendizaje. Al recuperar métodos tradicionales, el alumnado desarrolla una base matemática sólida que le permitirá, en el futuro, utilizar herramientas digitales con un mayor entendimiento. En un mundo donde la inmediatez prima, enseñar a pensar con calma es un acto revolucionario. La matemática sin pantallas y sin calculadoras no solo es posible, sino que resulta beneficiosa para el desarrollo cognitivo, la autonomía y el pensamiento crítico de nuestro alumnado.