Jaime, tienes que hacer una entrada para el blog de ciencia de secundaria. Muy bien, pensé yo, que lo haga ChatGPT. Y me absorbió la vorágine laboral. 

Después al abrir la IA recordé mis grupos de Biología o de Matemáticas y me quedé pensativo. Es semana de evaluaciones; no es la más sencilla del curso, entiéndanme, pero algo dentro de mí quiere dedicar tiempo a esta entrada. Y esto me ha dejado aún más reflexivo. ¿Por qué tengo la necesidad de dedicar tiempo a esto? ¿Por qué quiero ser genuinamente yo al escribir estas líneas? 

La respuesta es tan obvia como emocionante: el vínculo. La pedagogía de la ciencia es particular en diversos aspectos, pero la pedagogía de ciencia en Escuela IDEO es vibrante a partir del vínculo entre el alumnado y el profesor. Dedicamos mucho tiempo en el aula, mi alumnado y yo, a caernos bien, a conocernos, a saber cómo aprenden, a mostrar cómo enseño. Dedicamos mucho tiempo a sentirnos en el mismo barco, en el mismo viaje, afrontando los mismos peligros y derrotando a los mismos dragones. Dedicamos mucho tiempo a estar todos juntos. Esto se traduce en el establecimiento de una relación sincera y confiada. Permítanme escribirlo en estos términos: es una relación de admiración y cariño. 

Esto me aleja de un rol basado en poner números en rojo a sus exámenes, esto les aleja de un rol basado en regurgitar información en un examen. Este vínculo nos acerca a poner pasión y corazón en el aprendizaje-enseñanza de la ciencia. El alumnado aprende por muchas razones, entre ellas, por el cariño hacia su profesor. Yo enseño por muchas razones, entre ellas, por la admiración hacia mi alumnado. 

Resulta intuitivo entender que el vínculo es bidireccional. Cuando no comprenden algo se esfuerzan… por mi; cuando no explico algo bien me reinvento por ellos; cuando están descentrados mi energía les enfoca, cuando estoy cansado sus ganas me llevan en volandas. Es tan bonito de sentir como difícil de poder ser explicado, es el misterio de mi profesión. Aquí subyace, palpitante, la génesis de la vocación.

Yo, por desvencijado y viejo, tiemblo al anticipar los días calurosos, abisales, de final de junio. Me da miedo el fin de curso. Es el reverso tenebroso del vínculo: duele. Para mi alumnado en su inocente juventud, en su universo por estrenar, es todo más sencillo. Me dan envidia. Será su único fin de 4ºESO, de 2ºESO… no saben la suerte que tienen. Este profesor se queda atrapado entre sus recuerdos, en sus adolescencias y despertares, en nuestros aprendizajes y fracasos, atrapado en el cíclico abandono. 

¡Así que a la mierda ChatGPT! Es semana de juntas, pero escribo esto porque mi alumnado no me deja otro remedio, les quiero y no puedo regatearles un ápice de tiempo; ya descansaremos en junio cuando no pueda sino temblar y echarles más de menos.

Jaime Alemany, profesor de Secundaria