La asignatura de Matemáticas a menudo genera inquietud, asociándose únicamente a exámenes y calificaciones finales. Sin embargo, en Escuela IDEO entendemos que el verdadero aprendizaje está en el proceso y no solo en el resultado. Aquí es donde entra en juego la Evaluación Formativa, una estrategia educativa de alto impacto que transforma el error en una potente herramienta de crecimiento. Según las investigaciones de John Hattie, esta práctica es una de las vías más eficientes para mejorar el rendimiento. Su objetivo es sencillo: usar la información del día a día para adaptar la enseñanza a las necesidades reales de cada estudiante de Primaria.
Este enfoque implica cambiar la pregunta de «¿cuánto has sacado?» por «¿a dónde vamos? y ¿cómo vamos?». Al centrarnos en la comprensión conceptual y el proceso de razonamiento (y no solo en el cálculo numérico), la evaluación formativa nos obliga a hacer visible el pensamiento matemático de todo el alumnado. Para lograr esto, es vital clarificar los objetivos de aprendizaje y los criterios de éxito al inicio de la clase. El profesorado puede, por ejemplo, mostrar un cálculo matemático con errores y pedir a los chicos y chicas que lo revisen para encontrar el fallo, lo que ayuda a establecer los criterios de éxito compartidos.
Esta recogida de datos no es una «evaluación continua» tradicional; es un ciclo constante de regulación del aprendizaje. La investigadora Mariana Morales enfatiza este modelo: Recoger → Analizar → Decidir. Por ejemplo, al finalizar una sesión, utilizamos la técnica de «ticket de salida». Esta consiste en pedir al alumnado que, antes de irse, responda una o dos preguntas clave, lo que permite al equipo docente analizar qué conceptos se han afianzado y decidir cómo ajustar la lección de mañana. Para fomentar la autorregulación, animamos a cada estudiante a escuchar a sus compañeras y compañeros y les hacemos preguntas sobre el proceso que usaron para llegar a una respuesta, y no solo sobre el resultado final.
La desmitificación de la nota es fundamental. Cuando realizamos pruebas escritas, estas se usan como ejercicios de evocación (recordar lo aprendido para consolidar el aprendizaje). Lo crucial es que estas pruebas se aprovechan para ofrecer un feedback inmediato: el propio alumnado corrige la prueba para detectar los errores y entender el porqué, sin que una calificación numérica se interponga. Este énfasis en el proceso es clave, pues ayuda a cada estudiante a desarrollar un aprendizaje autorregulado. Además, el equipo docente se esfuerza por ser claro en el uso del lenguaje, modelando cómo deben expresarse nuestros niños y niñas al articular su razonamiento matemático.
En esencia, la evaluación formativa, respaldada por personas expertas como Dylan Wiliam, se enfoca en hacer al alumnado partícipe de su propio progreso, entendiendo el error como una oportunidad de aprendizaje y nunca como algo a evitar. Al proporcionar una retroalimentación clara sobre qué mejorar y cómo hacerlo, el alumnado desarrolla habilidades metacognitivas, lo que favorece su autonomía y entendimiento de su propio proceso de aprendizaje. ¿Y vosotros y vosotras, cómo podéis ayudar a vuestras hijas e hijos a ver el error en Matemáticas no como un fallo, sino como el siguiente paso en la dirección correcta?
Santiago Martín, maestro de primaria y coordinación departamento Matemáticas