IDEO, 23/04/18. Iván Sabau, profesor de inglés en Secundaria y Bachillerato y uno de los fundadores de Escuela Ideo, presentó su nuevo libro, Siluetas, en la librería “Tipos Infames” de Malasaña, el sábado 10 de marzo. Asistieron sus compañeros, sus alumnos y algunas familias. A mí tocó (y me sentí muy honrada por ello) hacer de madre crítica literaria amateur, muy muy amateur.

¿Qué podemos decir de Iván? En primer lugar, sin duda, que es un humanista, multiusos, multifuncional y polifacético. Y que vive de verdad sus pasiones. Dos de ellas son las aulas y las letras. Yo creo que los profesores escritores son una raza especial e Iván comparte con ellas algunas cosas.  Gabriela Mistral, maestra y escritora, decía que el maestro verdadero tiene siempre algo de artista. Y añadía: “No podemos aceptar esa especie de jefe de faenas o de capataz de hacienda en que algunos quieren convertir al conductor de los espíritus”. Eso es Iván. Un conductor de espíritus.

Con otro profesor escritor, Julio Cortázar, Iván comparte el sentido de la enorme responsabilidad que el argentino atribuía al educador. Cortázar decía que el maestro mantiene la mirada fija en un horizonte que quiere conquistar y que quiere que sus alumnos conquiste. Ahí tiene la mirada Iván y hacia ahí hace que sus alumnos miren. Iván es un maestro extraordinario. Profundamente carismático, confiable; un ser humano querible. Eso dicen sus estudiantes.

¿Y el Iván escritor? Iván ha escrito mucho. Y una selección de lo que ha escrito ha logrado publicarlo: la novela La sombra que fuimos y el libro de relatos, Siluetas. Sombras, siluetas. En esos espacios umbrosos nos movemos.

Para mí, leer a Iván es aprender que en literatura se puede cualquier cosa, relatar una acción, plantear una situación, hacer una descripción de un hecho, una persona, un asesinato, una tortura, un atentado, transcribir un diálogo, intercalar una idea o una creencia sin forzar la prosa y todo con claridad, sencillez y elegancia. Y con humor. El humor de Iván está en las situaciones y en los diálogos pero, sobre todo, en la mirada del autor sobre el mundo. Un humor que camina en paralelo al relato y que reclama la complicidad entre el autor y el lector.

De la lectura de la novela y de los relatos de Iván se disfruta de la historia, de la intriga, pero se disfruta sobre todo de la compañía de la persona que los ha escrito. Iván nos mete en sus historias de la mano, y nos hace vivirlas. También en la mente de los protagonistas (hace un uso magnífico de la primera persona y del monólogo en primera persona) que nunca son lineales sino poliédricos y llenos de pliegues.

También hay sangre en la prosa de Iván. Yo siempre he pensado en lo difícil que es llevar la sangre, lo gore o la muerte a la literatura sin que chirríe. Pues Iván lo consigue. Es más, lo hace de manera especial: los asesinos se humanizan (estamos acostumbrados a verlos desde el lado del detective o del psicólogo), los torturadores se cansan y abrazan a los torturados. Y los puñetazos no se dan o se descerrajan sino que son otra cosa. En uno de sus cuentos leemos: “Al final de esta frase suelo soltar un puñetazo a modo de signo de exclamación”.

En la literatura de Iván a veces hay intriga, a veces compromiso, a veces sangre, a veces tortura, a veces ciencia ficción… muchas veces humor, pero siempre hay ternura, siempre hay emoción, todo se teje con el hilo de los sentimientos. Y todo de manera natural. Iván Sabau es el menos tieso de todos los escritores que conozco personalmente. Su prosa es el antídoto de la retórica y el oscurantismo. Su lenguaje nunca es forzado, discurre con total franqueza, sin florituras, de manera limpia y clara. Pocas cosas están de más. Que sea una lectura amena no quiere decir que sea fácil. Iván hace literatura para que las personas, a lo largo del tiempo, la consuman y la recuerden, como los insectos que polinizan sin saber que lo hacen.

Maite Cabello