En muchas ocasiones las familias de nuestro alumnado de infantil nos preguntan cómo puede ser que sus hijos e hijas, esos pequeños que se mostraban siempre deseosos de complacer, de ayudar, a los que podían poner cualquier ropa sin peleas en casa, se vayan negando sistemáticamente a cumplir con esas pequeñas cosas que les piden, haciendo que uno se cuestione como padre, madre, qué es lo que está haciendo mal.
La respuesta, que creo que puede aliviarnos, es que no se trata de nuestra actuación como padres, ni como educadores, sino que se encuentra en cómo está configurado su cerebro en estos primeros años y en su necesidad de diferenciarse de nosotros conformando, poco a poco, su propia identidad.
La maduración del sistema nervioso es la responsable de que los niños y las niñas hasta los seis años tengan mayores dificultades que los adultos para inhibir conductas y frenar esos impulsos que sienten, y que les hacen dirigirse con una firmeza a sus objetivos que ya desearíamos nosotros para los nuestros.
El sistema límbico, un conjunto de estructuras de nuestro cerebro que guardan una estrecha relación con la memoria, con las respuestas emocionales, con nuestra supervivencia, e incluso con nuestro sistema endocrino, es el responsable de mediatizar con la emoción todas nuestras respuestas y cada uno de los aprendizajes que realizamos.
Y en el caso de nuestros niños, ese sistema es la parte más madura y activa de su cerebro en estas primeras edades, ya que aún no se ha desarrollado lo suficiente el córtex cerebral que le permitirá frenar esos impulsos y anticipar las consecuencias de las acciones que realizan.
En nuestra Escuela IDEO & El Viaje De Neu, conocer esta información basada en la neuropedagogía, nos ayuda a entender mejor sus respuestas, y a saber, o al menos a intentar, reconducirlas de una forma más acorde a cómo está funcionando su cerebro en cada momento y qué necesitan de nosotros.
Os contamos algunos de nuestros “trucos” que utilizamos en el aula, por si pueden ayudaros a ir superando esta etapa de negaciones y rabietas, que a pesar de que a veces puedan resultar complicadas, son necesarias para el desarrollo emocional, social y cerebral de los niños:
No aceptes el reto.- el deber del niño en esta etapa es comprobar los límites del adulto, tantearlos, y tratar de comprobar hasta qué punto puede modificar el entorno que le rodea intentando evitarlos. El de los padres es mantenerse firmes para darles seguridad en sus actuaciones, sin olvidarnos de acompañarles también en estos momentos con respeto y afecto.
- Empatiza con su cerebro emocional.- en ocasiones cuando nos dirigimos al niño lo hacemos desde nuestro cerebro más evolucionado y racional, y al cerebro emocional no le gustan las imposiciones. Utilizando la palabra mágica “entiendo” los dos cerebros, el suyo y el nuestro, se encuentran en un campo más emocional y hablan un idioma más parecido.
- Valida la emoción.- todas las emociones que sentimos tienen una finalidad, también el miedo, la ira… que pueden protegernos del peligro. Valida su emoción y acompáñale en el proceso de vuelta a la calma: “entiendo que te has enfadado porque querías el juguete de tu amigo, ¿qué te parece si mientras esperamos a que te lo deje jugamos nosotros con este?”. De esta forma estamos validando la emoción, aunque no siempre debamos hacerlo con la conducta que lo acompaña y le ofrecemos una alternativa para superar su frustración.
- Elige los límites.- los límites deben protegerle, pero no impedir su desarrollo, mejor que sean pocos y claros, a muchos e inconsistentes. Además es muy importante que estén consensuados entre ambos progenitores y que, en la medida de lo posible, saltárselos tenga siempre la misma consecuencia relacionada con la falta.
- Consecuencias 1- Castigos 0.- lo que hacemos, en cualquier etapa de nuestra vida tiene consecuencias, y es bueno que los niños y las niñas también se vayan responsabilizando de sus acciones desde pequeños y de forma acorde a su edad y maduración. Por ejemplo, si no ha recogido sus juguetes la consecuencia (relacionada con la falta) es que no tendremos tiempo para ir al parque, pero habrá que decírselo como una consecuencia y no como un castigo. “No nos da tiempo hoy a ir al parque porque no has recogido los juguetes a tiempo”, en vez de “como no has recogido los juguetes estás castigado a no ir al parque”.
- Distrae su atención.- dice el refrán que “a veces es mejor tener paz que tener razón”. La edad de nuestros pequeños hace que sea más fácil distraer su atención antes de que entren en “modo rabieta”, que esperar a que surja y se desborde. Cambia su foco de atención cuando anticipéis que la rabieta se va a producir, en muchas ocasiones os funcionará y, afortunadamente en estas edades es muy fácil encontrar algo que les llame la atención.
- Da opciones.- al cerebro límbico le gusta poder elegir, en esta ocasión el truco está en darle a elegir entre dos cosas que igualmente tenemos que hacer. Por ejemplo: ¿qué prefieres, recoger primero los juguetes o bañarte?
- Fortalece lo positivo.- dile lo que debe hacer, en vez de lo que no debe hacer. Es más efectivo decir “si recoges tus juguetes podemos irnos ya al parque”, que “si no recoges tus juguetes no vamos al parque”. Y confía en sus posibilidades y en qué es capaz de ofrecernos su mejor versión, si creemos en ellos, ellos nos darán la respuesta que esperamos. Frases como “Sabía que eras capaz de hacerlo, que orgullosa estoy de ti”, refuerzan su autoestima y su conducta positiva.
- Evita el “pero”.- cuando hay un “pero” el mensaje cambia y deja de ser positivo. Por ejemplo: “lo has hecho bien, pero puedes hacerlo mejor”
- Entrenarles en instrucciones positivas.- como “Soy capaz de esperar un poquito”, “puedo pedirlo sin enfadarme” (al principio seremos nosotros los que se las digamos: “eres capaz de esperar un poquito sin enfadarte”). De esta forma reforzaremos esas habilidades que deseamos reforzar.
Estas son algunas de las estrategias que utilizamos en el día a día del aula, esperamos que os sirvan y que tengáis en cuenta, en el momento más álgido de la rabieta, que los niños están respondiendo con el único cerebro maduro que tienen en este momento. Al fin de cuentas la confrontación es algo inherente a la condición humana y también forma parte de ese proceso de desarrollo que tenemos la suerte de compartir con ellos.
¡Disfrutad de sus cerebros límbicos, son pura emoción!
Ana Muñoz
Pedagoga especializada en neuropedagogía Escuela IDEO & El Viaje De Neu,
Una explicación magnífica. Tengo una nena de 3 años y es su primer año en el cole, y ya está empezando a decir que no a muchas cosas que antes le parecían divertidas y las hacía sin problema. Este artículo me ha abierto mucho la forma de ver las cosas y plantearlas, muchas gracias. Un saludo.
Me encantó el post, actualmente cuido de una niña de 4 años y medio, ella es muy buena y tranquila, pero últimamente se está volviendo muy caprichosa y celosa de su nuevo hermano. Pero ahora leyendo tú texto, me he dado cuenta que no estábamos transmitiéndole los mensajes como queríamos que los entendiera. En ocasiones es muy difícil lidiar con los peques. Gracias por la información y gran explicación. Un saludo.