Aunque no sea bueno cortar las flores al «tuntún», si se hace al ritmo de la planta, como una cosecha, es un refuerzo para su crecimiento. Prolonga la vida de cada planta y hace comunidad familiar alrededor.
Curiosamente cosechar las flores duplica y triplica su producción, cuánto más lo haces, más te da.
Hemos trabajado bastante con las flores comestibles de caléndula, las cuales hemos compartido en el huerto, y con las flores del Tagete Patula, esta segunda la conservamos para conseguir después sus semillas.
Esta planta mediana, que huele muy bien, sirve también para hacer pequeños macizos de separación de cultivos. Además son excelentes para repeler los insectos dañinos de la huerta y atraer polinizadores.
Este tipo de Tagete (patula) se le conoce también como clavel del moro, damasquina o clavelón indio.
Se trata de una flor muy llamativa, que se viste de intensos rojos, naranjas y amarillos para atraer a los polinizadores; cuando ya está fecundada se le seca la corola (se terminó la fiesta) y entonces se le suelen caer los pétalos. Después de este proceso, se le hincha el cáliz, quedándose sin su bonito vestido aunque guardando, perfectamente, una gran cantidad de semillas en su interior.
Para conseguir sus maravillosas semillas, tendremos que esperar a que se seque del todo (aunque este fea no se puede tirar a la basura), para que madure dentro el cáliz, llegue a hacerse «vieja» del todo y nos regale la magia de sus semillas. Si la abrimos antes, no tendremos semillas, solo material para el compost.
Los niños y niñas han comido pétalos de caléndula y se han llevado flores del clavelón indio, con el compromiso de dejarlas madurar y esperar, para llegar a recoger sus semillas.
Mientras tanto las plantas del huerto siguen aprovechando cada rayo de sol para seguir haciendo flores.
Celia Crespo
Plan Verde