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Los bebés nacen con una innata predilección por el sabor dulce. De esta forma pueden acceder a tomar su alimento principal, la leche que contiene lactosa, además de proteínas. Los otros sabores van apareciendo posteriormente.

El azúcar, proporciona el combustible instantáneo para la actividad cerebral, muscular… así que no es extraño que lo dulce sea buscado mayoritariamente en la infancia.  

La tecnología alimentaria ha obtenido jarabe de maíz, rico en fructosa que es tan dulce como la sacarosa (el azúcar de mesa, la sucrosa) y es más barata que el azúcar obtenida de la caña de azúcar y la remolacha  azucarera. Este jarabe está añadido en multitud de alimentos procesados que nuestros niños (y los adultos) tomamos diariamente: Salsas y aderezos, kétchup,  conservas de tomate, bebidas, etc.

Nunca en la historia de la humanidad se ha dado esta ingesta tan alta de este azúcar aislado (la fruta contiene fructosa de forma natural). Nuestro cuerpo maneja mal altas cantidades de fructosa  y tiene efectos perniciosos a largo plazo.

Desde 2015, la OMS aconseja que el consumo de azúcares libres (no los contenidos en verduras, frutas y legumbres)  no supere el 10% de la dieta diaria tanto niños como adultos.

Se llaman libres porque no están vinculados a los alimentos naturales, frutas por ejemplo. Al no estarlo no van acompañados de los minerales a los que van asociados en la fruta, principalmente calcio y hierro. Eso hace que, cuando el azúcar libre entra en nuestro organismo busque esos minerales que necesita para metabolizar el azúcar. Si el azúcar no los lleva, los robará de nuestros huesos volviéndolos frágiles. Por lo tanto, un azúcar libre ataca directamente las reservas de calcio y hierro de nuestro organismo. En niñas y niños que están creciendo y que requieren que sus huesos también crezcan fuertes (la fortaleza depende de estos dos minerales) implica que los huesos crecen débiles. Pensad esto cada vez que le deis una lata de refresco con 35 gramos de azúcar libre equivalente.

Los azúcares libres incluyen los monosacáridos y los disacáridos añadidos a los alimentos y las bebidas por el fabricante, el cocinero o el consumidor, más los azúcares naturalmente presentes en la miel, los jarabes, los jugos de frutas y los concentrados de jugos de frutas.

Lo podemos ver en la etiquetas de los alimentos como jarabe de maíz, fructosa, sacarosa, dextrosa, maltosa. El Grupo de Alimentación Responsable (GAR) de Escuela Ideo queremos incidir en la importancia de la reducción  de azúcares libres en las meriendas de nuestros niños y niñas y en inculcar recomendaciones que puedan promover una sociedad donde los adultos del futuro no se tengan que medicar tempranamente como así está sucediendo en la actualidad.

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