Inspira expira.Humo, agobio, ahogo.

Pedalea, pedalea, aléjate.

Inspira, expira. Frescor, oxígeno, libertad.

Con vistas asombrosas, entre carreteras de asfalto y piedra pasamos pueblo a pueblo, subimos cuesta a cuesta, cada vez más cerca.

El más mínimo residuo, sin duchas y con suerte  algún embalse, mi corazón late con ritmo asfixiante, los músculos me arden, pero se puede, claro que se puede, con las moscas posadas no distingo ni el sudor, aunque sé que me resbala por la cara. Los tábanos me pican, la rueda trasera ya no me agarra, me susurran ríndete pero no me rendiré .

Cuando llegas arriba y contemplas el paisaje, piensas: «si me hubiera rendido, la honra no habría conseguido» no quieres un premio sin llegar porque no hay premio sin honra.

Ahí arriba, en la montaña, sonríes con orgullo, te sientes el rey del mundo.

Inspira, expira. Felicidad, euforia, orgullo.

Las emociones también se respiran.

Es tan… indescriptible.

El sol se esconde entre las nubes espumosas, anaranjándolas a su paso. Quién no sepa apreciar la belleza no me hace enfurecer simplemente, me da pena, no sabe lo que se pierde.

Quizás no se lo merece.

Del lugar más recóndito de mi garganta solo sale una palabra: Gracias.

Lo necesitaba, necesitaba escapar y huir, toda la gente necesita escapar, irse lejos,  pues la rutina te mata. Todos necesitamos sentirnos libres. Es vital.

Así que, de corazón, GRACIAS.

Inspira, expira. Ánimo, sólo un poco más de esfuerzo.

A pesar de la falta de comida, el sol, el sueño y la fatiga, llegamos a la cima.

Pedalea, pedalea, para de pedalear pese al cansancio yo quería más.

La tristeza me invade.

Experiencia inolvidable.

 

Irene Hernando Rodríguez, alumna de 3º de la ESO y de la comitiva de Escuela Ideo de Viaje Residuo Cero