IDEO, 06/02/17. Tengo un hijo en Secundaria. Estamos en Escuela Ideo desde el principio. Y también desde el principio, estoy trabajando, junto a otras familias y miembros del Departamento de Orientación, en el grupo de “Atención a la diversidad”. Aunque así nos obliga la ley educativa a nombrarlo, yo prefiero hablar de “Inclusión”. Hablemos pues de Inclusión*.

Y quiero empezar contando lo que me pasó el otro día. Una madre de una niña de 1º de la ESO me mandó una grabación con un mensaje de parte de su hija. La madre sabía que yo andaba algo preocupada con algunos comentarios sobre si constituía un “riesgo” que en Ideo hubiera demasiados niños con dificultades. Y ella, como respuesta a mi inquietud, me envió el mensaje que su hija, voluntariamente, quería hacerme llegar. La niña me contaba con voz cantarina que ella, antes de llegar al cole, era una niña tímida, con una autoestima baja, y que el cole la había cambiado completamente. Ahora creía en ella. Había descubierto que podía hacer cosas que nunca se hubiera imaginado que podía hacer. Me emocionó.

Esta niña no tenía “dificultades de aprendizaje”, sacaba “buenas notas”, tenía ganas de aprender, curiosidad por experimentar… ¿Y entonces? ¿Por qué tenía la autoestima baja? ¿Qué le había pasado en su anterior colegio? ¿Por qué le habían hecho ocultar esas potencialidades que ella tenía sin saberlo? Y lo peor es que me lo imagino.

Escuela Ideo no es un cole para niños con necesidades especiales. Aunque haya un cupo de dos por curso y estén perfectamente integrados. Escuela Ideo es una escuela inclusiva. Para los niños con todo tipo de necesidades. Y todos los niños tienen necesidades. Las escuelas tradicionales (es decir, la mayoría) eso lo han obviado y han perseguido la homogeneidad. Todos aprenden juntos de la misma manera los mismos contenidos. ¿Qué contenidos? Los mismos que aprendimos nosotros, que también tuvimos una educación homogénea. La cultura de la homogeneidad hace que el diferente esté perdido. El diferente (da igual qué tipo de diferencia sea) es perseguido, acosado o, en el mejor de los casos, adiestrado para ocultar esas capacidades que tenía sin ser consciente de ello. La homogeneidad es un reflejo de un sistema que busca simplificar al máximo los procesos educativos; una manifestación más de lo que podríamos llamar una “pedagogía de la simplicidad”. El maestro se pone frente a la clase, explica, los chicos hacen ejercicios para comprobar que lo que dice el profe es verdad, luego lo memorizan y lo sueltan en el examen. Y luego lo olvidan.

La pedagogía de la simplicidad es diametralmente opuesta a la “pedagogía de la complejidad” que reclamamos algunos. Los procesos educativos son complejos, inciertos, sometidos a ideologías, a sistemas de valores, y se dan simultáneamente con otros problemas que el sistema quiere considerar casos aparte, poco generalizables, encapsulables. Y “la atención a la diversidad”, la inclusión, es uno de ellos. Pero encapsulamos la diversidad y esto sigue sin funcionar. ¿Por qué las estadísticas nos dicen que el fracaso escolar se obstina en crecer? Nos agitamos cuando salen esas estadísticas y más cuando salen los resultados del informe PISA, buscamos culpables, acaban pagando el pato los alumnos, que no “se esfuerzan”. Y seguimos erre que erre sin alterar el sistema. Que cambien los finlandeses, que para eso son pocos y ricos. “Que inventen ellos”, como decía Unamuno.

Escuela Ideo no quiere que inventen ellos y ha apostado por la pedagogía de la complejidad. Un pedagogo (esos malotes que siempre se están metiendo con el sistema educativo), José Gimeno Sacristán, define la pedagogía de la complejidad como una estructura educativa “capaz de enseñar con un alto nivel intelectual en clases que son heterogéneas desde el punto de vista académico, emocional, racial, étnico y social, de forma que las tareas académicas puedan ser atractivas y retadoras”. El subrayado es mío.

Menuda apuesta. Y Escuela Ideo se enfrenta al reto no solo dotándose de un Departamento de Orientación Pedagógica con 6 especialistas, que también, sino que lo hace aceptando y enseñando juntos a alumnos que son diferentes en muchos aspectos, en un mismo centro y en una misma aula. No es una tarea fácil, hay muchas cosas que mejorar, pero Ideo está demostrando que no es imposible.

El trabajo por la inclusión de Escuela Ideo, de su Departamento de Orientación y de su equipo docente, no se centra en la discapacidad de los alumnos. Se centra en sus capacidades. No está dirigida a la educación especial, sino a la educación en general. No quiere cambios superficiales, quiere transformaciones. No intenta acercar a los alumnos a un modelo de ser, pensar y actuar “normalizado y homogéneo”. La inclusión no es dar a todos lo mismo, sino dar a cada uno lo que necesita para poder disfrutar de los mismos derechos y oportunidades.

Nuestros hijos van felices al colegio, no porque “se lo pasan bien” (que también) sino porque se trabaja para que se les respete en sus diferencias, del tipo que sean, y sepan respetar a los otros, a través de la potenciación de actitudes reflexivas, empáticas, de escucha activa y proactiva. La educación inclusiva de Escuela Ideo empuja a un conocimiento profundo de uno mismo y de los demás. Que todos los alumnos puedan profundizar en su autoconcepto, en su autoimagen y elevar su autoestima les va a ayudar a considerar las diferencias del otro como algo enriquecedor y no algo peligroso. Y les va ayudar a trabajar de otra manera. Escuela Ideo apuesta por una pedagogía de la complejidad. Eso es el enfoque por proyectos, el aprendizaje colaborativo, el constructivismo, las inteligencias múltiples, los aprendizajes comprensivos, críticos y multidisciplinares. Eso es ser una escuela inclusiva y para todos. No tienen una varita mágica. No todas las expectativas se pueden cubrir. Queda mucho por hacer pero así son las transformaciones. Lentas y profundas.

Maite Cabello

* No es la primera vez. En 2014, antes de la puesta en marcha del proyecto, ya hablé del tema en  «Por una escuela inclusiva» en este mismo blog.