Para lograr el desarrollo integral de la persona es imprescindible prestar gran atención a la inteligencia emocional de los alumnos y alumnas. Partimos de la premisa de que no es necesario elegir entre saber o sentir. Más allá de esa elección podemos decir que sentir nos ayuda a saber. Si consideramos que la motivación y el buen clima en el aula son agentes potenciadores del aprendizaje, parece obvio que la educación emocional influye muy positivamente en la educación intelectual.
Según Goleman [1], la inteligencia emocional nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones que soportamos en el trabajo y acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo. Todo eso nos brindará mayores posibilidades de desarrollo personal y, en consecuencia, nos ayudará a ser felices.
Hablamos de educación emocional y no de inteligencia emocional porque entendemos que es una capacidad que se puede aprender. Son cuatro las habilidades que trabajamos con el alumnado: conciencia de uno mismo, autorregulación, motivación y empatía.
Consideramos que la inteligencia emocional debe impregnar los rincones de nuestra escuela. No solo debe formar parte del currículo sino que además debe trabajarse de manera informal en las relaciones en el centro. Uno de nuestros principales objetivos es ayudar al alumnado a ser personas inteligentes emocionalmente. Creemos que las personas con una desarrollada inteligencia emocional ayudan a construir un mundo de personas más felices y una sociedad más justa y equitativa. “Está demostrado que el cociente de inteligencia medido tradicionalmente ha aumentado en la población general, mientras que el coeficiente emocional disminuye aceleradamente, y con él aumenta la falta de empatía, la intolerancia, la exclusión…” según distintas investigaciones (Collell y Escudé, 2003) [2]. Para cambiar esa tendencia es fundamental que la escuela y la familia trabajen juntas en el desarrollo de la inteligencia emocional de los niños y niñas.
Defendemos un modelo de educación personalizada ya que partimos de que cada individuo tiene unas motivaciones, unas características, una forma diferente de aprender y unos objetivos. Creemos que en educación se ha de partir de la singularidad, la originalidad y la autonomía de la persona. María Montessori (1870-1952) habló del patrón biopsicosocial del niño y la niña, de su desarrollo completo cuando se respeta ese patrón. A eso nos referimos al hablar de educación personalizada, educación que respeta a cada niño por lo que es y que se adapta a las particularidades de cada uno. Esto se logra a través de metodologías como la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner o el trabajo por proyectos.
Seguir un modelo de educación personalizada implica:
- Conocer a cada alumno y alumna para, a partir de ese conocimiento, establecer un plan de mejora personal adaptado a sus características, a sus inquietudes, a sus objetivos.
- Respetar los ritmos de aprendizaje de cada uno. No se busca la homogeneidad del grupo, muy al contrario, se respetan las particularidades de cada uno, pues se entiende que la diversidad enriquece el aula
- Realizar una evaluación personalizada, fijando objetivos generales de grupo y objetivos personales para cada uno y asesorar al alumnado y a sus familias.
[1] Golemán. D. (1997). Inteligencia Emocional. Kairós: Barcelona. [2] Collell, J., Escudé, C. (2003). L ́educació emocional. Traç, Revista dels mestres de la Garrotxa, any XIX, num. 37, pp. 8-10. (Original en lengua catalana).
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Principio pedagógico 6 del “Proyecto Educativo de Centro, Escuela Ideo“, págs 25-26.