IDEO, 03/06/14.- La regulación de la convivencia en un centro ha de ser entendida como una parte más de la educación, es más, incluso como la base de todo lo demás, como los cimientos sobre los que asentar nuestro futuro.
Desgraciadamente aún tendemos a pensar que establecer un plan de convivencia de un centro consiste en fijar sanciones para conductas inadecuadas, entendiendo que a través del castigo logramos establecer límites a conductas inapropiadas o dañinas para la convivencia.
Desgraciadamente, aún tendemos a pensar que dedicar tiempo al desarrollo de las habilidades sociales de nuestros alumnos o dotarles de herramientas que les ayuden a comprender y gestionar sus emociones, es un tiempo perdido en detrimento de su educación académica.
Desgraciadamente, aún nos encontramos con una legislación que restringe la libertad de los centros para establecer un régimen de convivencia no basado en las sanciones puramente disciplinarias.
Desgraciadamente, aún existen docentes que carecen de las herramientas o conciencia para diferenciar autoritarismo de autoridad.
Pero… afortunadamente existen experiencias que apuestan por hacer las cosas de otra manera. En Escuela Ideo creemos que a convivir hay que aprender, que como señala José Antonio Marina, ha de existir una pedagogía de la convivencia, que la convivencia implica conflicto y que depende de cómo enseñemos a nuestros alumnos a gestionar esos conflictos crearemos para ellos un futuro basado en el diálogo, en la empatía, en la asertividad, en el respeto, o por el contrario, personas incapaces de gestionar adecuadamente sus relaciones sociales.
Afortunadamente, estamos en el camino para cambiar las cosas. Como dijo Casaldaliga: “Es tarde, pero es nuestra hora. Es tarde pero es todo el tiempo que tenemos a mano para hacer futuro. Es tarde pero somos nosotros esta hora tardía. Es tarde pero es madrugada si insistimos un poco”.
María Ladero (Escuela Ideo).
Me gusta el título del artículo: «A convivir se aprende». Igual que se aprende la violencia o la intolerancia o la falta de empatía. Un niño no nace violento, ni intolerante, ni poco empático. Aprende a serlo. Igual que no nacemos demócratas, solidarios, igualitarios, o respetuosos. Aprendemos a serlo. Son valores, con sus contenidos, que hay que trabajar en clase igual que se trabajan los contenidos de matemáticas o lengua. Dice Antonio Muñoz Molina en su libro «Todo lo que era sólido» que el problema de España y de su clase política es que después de la transición «nos hicimos» demócratas pero que nadie se esforzó por hacer pedagogía de la democracia. Se hicieron leyes democráticas, con las sanciones para los incumplimientos de la democracia, pero sancionar sin antes enseñar no sirve para mucho. Añade que los niveles de corrupción que se dan en todos los estamentos políticos y la falta de reacción de la sociedad pueden ser una consecuencia de ello. Yo creo que este es el gran desafío del presente. Enseñar y preparar, en casa, en la escuela, a nuestra jóvenes generaciones, a convivir respetuosa y democráticamente.