IDEO, 22/02/18. A menudo nos preguntamos ¿qué ocurre dentro de las aulas de Infantil de Escuela Ideo? Lo cierto es que no existe una respuesta, pues cada día es diferente y las vivencias que se lleva cada niña o niño a casa después de la jornada escolar pueden ser completamente distintas. Pero dentro de nuestra rutina, una de las cosas que más peso tiene y que suele ser más significativa para los peques son los proyectos. A través de ellos construimos poco a poco nuestro aprendizaje, permitiendo que ocurran cosas sorprendentes.
En el caso de 5 años, seguimos anclados en el pasado, aunque este trimestre en una época más cercana: La Edad Media. El descubrimiento de un antiguo libro en la biblioteca fue el detonante para sumergirnos en este apasionante tema. En la primera e inicialmente única página del libro hablaban sobre alguien que llega a un castillo y junto a ello un dibujo. Decidimos pues iniciar nuestras investigaciones por conocer cómo eran los castillos medievales. Junto al material aportado por las familias, el equipo docente también va introduciendo nuevos términos y conceptos que, para muchos eran completamente nuevos: rastrillo, foso, puente levadizo, torre del homenaje,… ¡cuánta información! Sin embargo, las ganas de aprender de pulpos y pandas hacen que rápidamente todo este vocabulario forme parte del aula con completa naturalidad. Además, de forma paralela a la presentación de contenidos y la búsqueda de información hemos visto crecer un enorme castillo en clase. En él también se ve reflejado lo aprendido; participan en su construcción, por ejemplo, representando los bloques de piedra con los que se construían los castillos. Este castillo nos permite jugar dentro de él y se convierte en un rincón fundamental de la clase donde lo lúdico, la imaginación y lo más conceptual se combinan a la perfección.
Los proyectos tienen un carácter eminentemente activo; una vez familiarizados con el tema, les tocaba a poner en práctica todo lo aprendido. La propuesta que les lanzábamos era construir un pequeño castillo tridimensional (una maqueta), en equipos de cuatro, utilizando los distintos materiales de reciclaje que habían ido aportando las familias. Se trataba de una propuesta muy abierta y compleja al mismo tiempo, que implicaba no solo la mera construcción del castillo, sino la coordinación y el trabajo en equipo. El papel de las tutoras en este caso iba a ser solo el de ayudar cuando el alumnado lo solicitara y facilitar los materiales, pero nuestras niñas y niños son unos valientes y no hay tarea que se les resista, así que se pusieron manos a la obra.
Durante el desarrollo de la actividad hubo distintas fases que fueron resolviendo por sí mismos (ya están en su tercer curso en infantil y han ido aprendiendo distintas herramientas y estrategias). Inicialmente las ganas de hacer y manipular hicieron que la gran mayoría comenzará por recopilar todos los materiales posibles sin tener muy claro si lo necesitaban o no o cómo colocarlo en su castillo. De hecho, muchos actuaban de manera individual, lanzándose a construir algo sin acordarlo con los demás miembros de su grupo. Esto generó las primeras disputas: necesitaban cosas que habían cogido otros, no había una lógica en sus castillos… Surgen de este modo la necesidad de los primeros acuerdos: “¿por qué no construimos aquí una muralla?”, “podríamos hacer una torre con este tubo”, “¡pongamos también un foso!”… También comienzan a organizar la tarea: “yo haré las torres y tu te encargas de las murallas ¿vale?”, “¿hacemos primero la torre del homenaje?”, “yo me encargo de las torres de guardia”,…
Emplean el vocabulario aprendido de forma natural y comienzan a organizar su trabajo. Empiezan a aparecer los primeros resultados unidos a la frustración para que las piezas que van creando se mantengan de la forma que quieren: las torres altas se caen, las murallas de cartón son demasiado finas para mantenerse en pie… Tienen que resolver estos problemas teniendo en cuenta que sólo disponen de pegamento de barra, cola (que tarda en secar) y celo. Muchos optan por refuerzos de celo y otros se dan cuenta de que pueden usar otros elementos para apoyar y sostenerse ¡hay que poner en marcha el ingenio! Vivenciamos también la dificultad que conlleva construir un castillo, aunque a pequeña escala, comprendemos un poco mejor que construir un castillo implicaba mucho tiempo y esfuerzo.
El tiempo vuela y en el aparente caos del aula lleno de cartones, tubos, hueveras, niñas y niños moviéndose de un lado a otro se respira la paz y la satisfacción de ir construyendo mucho más que castillos. Los acuerdos se hacen más intencionados, planifican la construcción, verbalizan todo lo aprendido… La creatividad hace que sus maquetas superen cualquier modelo visto previamente al tiempo que corrobora lo mucho aprendido.
Lamentablemente no podemos detener el tiempo y es necesario poner fin a la actividad y recoger antes de irnos a casa. La hora y media durante la que han estado trabajando ha pasado volando y concluimos de este modo las maquetas, sobre las que aún tenemos más cosas que trabajar.
Al día siguiente, cada equipo muestra su maqueta a sus compañeros/as. Los tubos, cajitas, muros, etc, adquieren aún maś significado al reconocer cada parte del castillo en sus maquetas. Todas y todos están orgullosos del trabajo realizado, pero no sólo por el producto en sí (todos los castillos son diferentes y maravillosos), sino por todo el camino que han seguido y la satisfacción de sentir el esfuerzo y el trabajo realizado.
En definitiva, y aunque es muy difícil trasladar a palabras esta maravillosa experiencia, con esta actividad unimos muchos aprendizajes de los que ni siquiera son conscientes y que suponen mucho más que construir un castillo.
(Y respecto a la pregunta inicial, personalmente creo que dentro de las aulas de infantil ocurre auténtica magia, alimentada por todo el cariño e ilusión con la que cada día nuestras niñas y niños llegan a clase).
Helena Ezquerra (Maestra de Infantil, Escuela Ideo)