IDEO, 19/02/18. Uno de los retos más importantes a los que nos enfrentamos en el día a día de Escuela Ideo es el de la creación de actividades para el alumnado. Contrario al uso de un libro de texto que nos marque el camino, el profesorado del centro decidió, por filosofía educativa, que la mejor manera para llegar a chicas y chicos es la creación de materiales propios. Atendemos así, a la diversidad en aula, a los distintos ritmos, a las motivaciones e intereses y al «pulso» de la clase en cada sesión.
Como un escritor que se enfrenta al vértigo de la página en blanco y con la única pauta de los contenidos curriculares que nos marca la ley, empezamos, hace ya cuatro años, a crear una educación diferente.
Escribo este artículo con la intención de compartir mi proceso personal a la hora de elaborar actividades para un proyecto de aprendizaje. Hablo del mío porque eso es lo bonito de Escuela Ideo, que cada maestrillo tiene su librillo y que todos esos librillos escriben una misma historia, aún con palabras diferentes, la historia de un centro innovador.
Para que una propuesta de aprendizaje llegue al aula, debo poder contestar de manera afirmativa a una serie de preguntas.
- La fundamental, para mí, es: yo, profesor, ¿me lo voy a pasar bien? Es imposible transmitir entusiasmo si lo que planteamos no nos entusiasma. Por eso, parto siempre de mis gustos e intereses.
- La siguiente pregunta es obvia: ¿puedo adaptar ese interés al del alumnado? Contestando con un sí a esas dos preguntas ya tenemos mucho ganado.
Ahora toca buscar la conexión entre el interés personal y los objetivos académicos.
- ¿Tiene la actividad en cuenta el objetivo del proyecto? ¿Trabaja contenidos curriculares? ¿Tiene en cuenta las competencias y las inteligencias múltiples?
Trabajar contenidos curriculares no debe estar por encima de la motivación del alumnado. Buscar el equilibrio entre ambas cosas es lo que separa un aprendizaje significativo de una tortura sistemática. Nadie puede cuestionar, hoy en día, que una formación integral y duradera debe ir acompañada de un componente emocional. Os pongo un ejemplo: ¿Alguien recuerda con exactitud lo que hizo un día como hoy de hace un par de semanas? Y, sin embargo, la mayoría recordamos dónde estábamos y qué estábamos haciendo el 11 de septiembre de 2001. Hace casi diecisiete años. La diferencia entre un momento y otro, es la carga emocional asociada.
Una vez que hemos pensado la receta es hora de ponernos manos a la obra.
- ¿Puedo hacerlo con los ingredientes necesarios para que todos y todas podamos degustarlo? A lo mejor necesito prescindir del gluten, la lactosa o los frutos secos. No es justo ver cómo algunos alérgicos miran con envidia mientras otros se relamen.
- Estamos orgullosos de trabajar en una escuela inclusiva y eso nos lleva, obligatoriamente a plantearnos la siguiente pregunta: ¿es accesible a todo el alumnado? Si he dicho que sí, ya tengo todo lo necesario para que la actividad funcione.
Necesitamos, por último, reflexionar sobre el principio y el fin.
- ¿Cómo voy a presentarla para que sea motivadora?
- ¿Cómo voy a evaluarla? Recordad que evaluar es acompañar, guiar, ayudar a mejorar. Calificar es, simplemente, clasificar. Un número nunca nos dará la información necesaria para seguir creciendo.
Soy consciente de que cada uno tiene su propia receta y eso forma parte de la diversión, de la variedad y del enriquecimiento. Lo importante es que funcione.
DECÁLOGO PARA LA PREPARACIÓN DE ACTIVIDADES
- ¿ME LO VOY A PASAR BIEN?
- ¿PUEDO ACERCARLO AL INTERÉS DEL ALUMNADO?
- ¿TIENE EN CUENTA EL OBJETIVO GENERAL DEL PROYECTO Y LOS OBJETIVOS ESPECÍFICOS?
- ¿APOYA EL PRODUCTO FINAL?
- ¿TRABAJA ALGÚN CONTENIDO CURRICULAR? (PGA)
- ¿ES ACCESIBLE A TODO EL ALUMNADO?
- ¿TRABAJA LAS COMPETENCIAS y TIENE EN CUENTA LAS INTELIGENCIAS MÚLTIPLES?
- ¿CÓMO VOY A PRESENTARLO? (DETONANTE)
- ¿ES ABIERTA Y FLEXIBLE PARA QUE ME PERMITA HACER CAMBIOS SI NO ESTÁ FUNCIONANDO COMO SE ESPERABA?
- ¿SÉ CÓMO LO VOY A EVALUAR?
(Iván Sabau, profesor de Secundaria y Bachillerato, Escuela Ideo)